Cada segundo
Entregar cada segundo de mi vida. Gastarla sin calcular, de un modo sencillo y discreto. Este era mi deseo antes de entrar a la Compañía de Jesús y ser jesuita. Hoy, siéndolo, lo mantengo y lo recuerdo en mis horas más oscuras. Darme, bien a los que ríen o bien a los que lloran; sea en el colegio, en la cárcel, en el hospital, en la calle repartiendo bocatas, en un comedor social, en la universidad, en el metro o en la comunidad. Entregarme en su Nombre, porque en todos los rincones...