Nos ha inspirado

Morir en la Compañía

por

Juan nace en Diest, en Brabante de Flandes, el 13 de marzo de 1599. Es el hijo primogénito de cinco hermanos. Su padre, Juan Berchmans, es artesano, zapatero y curtidor de cueros. Su madre es Isabel Van den Hove, es la hija del burgomaestre de la ciudad.

El joven religioso albergó en su corta vida dos sueños secretos: anunciar la fe en China y convertir de la herejía a sus propios compatriotas. Sin embargo, ambos sueños terminaron de un modo abrupto con la fiebre de un caluroso verano romano de 1621. Con tal solo 22 años entregó su alma a Dios en la misma habitación donde también había fallecido Luis Gonzaga algunos años antes. ¿Coincidencia?

Quizá lo más sorprendente de Juan Berchmans es la extraordinaria normalidad con la que vive la cotidianeidad. Su rector en el Colegio Romano, el Padre Virgilio Cepari dice: “El atractivo de Juan es ser joven grave sin afectación, alegre sin ligereza. Trata con todos con afabilidad y gracia. Y  aunque  es  serio  y  grave  en  su  conversación,  no  es  pesado  a  nadie,  sino  grato  y querido por todos”.

El 31 de julio, días antes de morir, asiste con sus compañeros a la misa solemne en la iglesia del Gesù. Allí reza un largo rato ante la tumba de su Padre Ignacio. A la vuelta un compañero le pregunta: “Bien, ¿qué gracia has pedido al Padre Ignacio?”. Juan contesta:

«Morir en la Compañía, sin faltar a las Constituciones»