Íñigo López de Loyola (1491-1556) nació en Azpeitia, un pequeño pueblo de Guipúzcoa, España. Sus padres, Beltrán y María, tuvieron 13 hijos, de las cuales Ignacio era el último.
Tras haber sido herido en la defensa del castillo de Pamplona tuvo que permanecer inmóvil durante el reposo a que le obligó la lenta recuperación de su herida. Vivió una conversión interior que fue el comienzo de ulteriores aventuras, haciendo de él un peregrino movido por un inextinguible amor a Jesucristo.
Recorrió Europa, atravesando una y otra vez España, Francia e Italia. Se embarcó para alcanzar Tierra Santa, partiendo desde Venecia. En París comenzaron a abrírsele otras puertas. Encontró personas que acabarían siendo verdaderos compañeros y compartiendo su vida.
Frustrados en sus planes de viajar y vivir en Tierra Santa, Ignacio y sus compañeros volvieron a Roma, donde se pusieron a disposición del Papa. Roma fue era lugar donde nacería la Compañía de Jesús y desde donde se extendería por todo el mundo. Tras sus idas y venidas anteriores, Ignacio pasó sus últimos 18 años viviendo en su pequeña habitación romana.
De Ignacio cabe destacar su entrega y docilidad a Dios, tal como expresó en sus Ejercicios Espirituales: