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Un golpe de gracia

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Diego Luis de San Vitores (1627-1672) recibió la palma del martirio en la isla de Guam. Nacido en una familia noble de Burgos, entró en el noviciado el año 1640 y estudió filosofía y teología en Alcalá de Henares antes de recibir la ordenación el 23 de diciembre de 1651. A pesar de que deseaba ser misionero en China o Japón, comenzó enseñando gramática en Oropesa. 

Su entrada en la Compañía de Jesús no resultó fácil, pues su padre se oponía a ello. Diego Luis se escapó de casa para entrar en el noviciado. Era tanto su deseo de mortificación, que el maestro de novicios le tuvo que llamar a la moderación.

Atraído por las cartas de Francisco Javier, expuso su deseo de marchar a las misiones. En 1664 escribió al rey Felipe IV de España describiéndole la cosecha misionera que estaba a la espera en las Ladrones, Filipinas. Estas recibieron entonces en nombre de Las Marianas en honor a la reina Mariana de Austria, que patrocinó la misión.

El trabajo en la nueva misión comenzó con suavidad, en parte gracias a un náufrago español cuya amistad con varios de los jefes de las islas abrió el camino a los jesuitas. A los seis meses los bautizados eran 13.000. Al entrar en el poblado de Tumon encontraron un hombre llamado Matapang, que, en un ataque de cólera, arrojó una lanza al pecho de Pedro Calungsod, compañero catequista de San Vitores. El misionero, comprendiendo que se acercaba su propio final, aferró un crucifijo y cayó de rodillas antes de recibir el golpe de gracia.