Noviciado

El desierto de la habitación

Cuando nos adentramos en la habitación de una persona entramos en el lugar de su intimidad: su «espacio personal». Es el lugar de descanso por excelencia y, a la vez, lugar de paredes llenas de posters, fotos, palabras… que hablan de personas importantes, deseos, momentos inolvidables…

Algo así es la habitación del novicio. La diferencia es la sencillez. El jesuita está llamado, por su voto, a vivir imitando a Jesús, también en la pobreza. Desde el noviciado, aprendemos a desprendernos de todo y a poner toda nuestra confianza, no en las cosas que nos dan seguridad, sino en Dios, que nunca nos deja solos. Según Arrupe, «la verdadera pobreza hace al hombre capaz de dar por el prójimo, no solo lo que tiene, sino también lo que es». 

«La diferencia está en la sencillez»

Igualmente, la habitación del novicio es el lugar de estudio y lectura personal. Es lugar de silencio y de desierto, tan humano y, a veces, tan desconocido. En el cuarto descubrimos una soledad habitada por Otro. Aprendemos a confiar en un Dios que habita en lo escondido y empapa todo con paciencia gota a gota, según sus tiempos.

Silencio, sencillez, soledad y pobreza para discurrir de un sitio a otro libres y confiados. 

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