A CADA DÍA LE BASTA SU AFÁN
La primera vez que tuve la posibilidad de conocer el noviciado durante la visita que hacíamos con el prenoviciado hubo varias cosas que captaron mi atención: la capilla con el Cristo sonriente de Javier en el centro y la amplia sala de estar donde se toma el café y se lee el periódico. Sin embargo, lo que recuerdo que más me impactó fue la distribución ordinaria de la semana de un novicio que estaba sobre mi escritorio. La mayor parte de las horas tenían alguna actividad asignada. En un primer momento esto me dio vértigo.
Llevo varias semanas como novicio y puedo dar fe que ese calendario es mucho más que una simple distribución del día. Es un aspecto central de la vida del noviciado. Levantarme casi todos los días temprano y a la misma hora (salvo los fines de semana que se puede dormir más), sentarme a comer con la comunidad en la comida y en la cena, tener momentos esponjados de oración y lectura espiritual y celebrar a diario la eucaristía ya forman parte de mi rutina personal. Y puedo decir que estoy agradecido y contento de ver cómo se aprovechan y se vuelven fructíferos los días cuando hay un sano orden.
El noviciado está siendo un momento único y especial de mi vida. Es un proceso en el que me voy confrontando con la verdad honda de mi persona, voy conociendo a la Compañía y principalmente voy profundizando en una relación de amistad con Jesús. Si lo pienso detenidamente, esto sería imposible sin la estructura que da la distribución ordinaria. Por eso puedo y quiero decir: ¡Bendita distribución ordinaria!