Pedro Claver (1580-1654) nació en Verdú, España. En su etapa universitaria en Barcelona conoció la Compañía de Jesús y decidió entrar en ella. Ya como jesuita estudió filosofía en el colegio de Montesión de Mallorca, del cual era portero el hermano Alonso Rodríguez, a la postre san Alonso. El santo hermano encendió en el joven jesuita el deseo de ser misionero en el Nuevo Mundo.
Claver se ofreció y el provincial le envió a Colombia en 1610, donde recibió la ordenación en 1616. Allí pasaría el resto de su vida, sirviendo a los esclavos que llegaban a aquel puerto desde África. Llegaban en condiciones inhumanas tras un largo viaje. Claver les esperaba con alimentos y con el anuncio del Evangelio, acompañado por antiguos esclavos que hacían de intérpretes. Así nos los cuenta él mismo:
Ayer saltó en tierra un grandísimo navío de negros de los Ríos. Fuimos allí cargados con dos espuertas de naranjas, bizcochuelos y otras cosas. Parecía otra Guinea. Entre ellos había dos muriéndose, ya fríos y sin pulso. Tomamos una teja de brasas hasta que cobraron calor. Tenían el rostro muy alegre, los ojos abiertos y mirándonos. De esta manera les estuvimos hablando, no con lengua sino con manos y obras. Entonces nos arrodillamos junto a ellos, y les lavamos los rostros y vientres con vino. Hecho esto, entramos en el catecismo del santo bautismo y sus grandiosos efectos en el cuerpo y en el alma.
En 1650 Cartagena sufrió una epidemia de peste, y Claver fue una de sus víctimas, tras haber atendido a otros enfermos de la enfermedad.