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Fiel al Papa

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Juan Ogilvie (1579-1615) ejerció el apostolado en su nativa Escocia durante apenas 11 meses, tras volver a su patria después de 22 años en el extranjero. Tenía sólo 36 años cuando entregó su vida a Cristo. Ogilvie había recibido una formación calvinista, pero decidió hacerse católico mientras cursaba sus estudios en diferentes países de Europa. Entró en la Compañía de Jesús, en Austria, con 20 años y con 31 sería ordenado sacerdote en París.

Desembarcó en Leith, Escocia, en noviembre de 1613, disfrazado como si fuera un tratante en caballos llamado John Watson. Así lo veían sus contemporáneos:

“Alentaba y reavivaba el fuego de la fe. Exhortaba a perseverar con valentía. Tan grande era su diligencia que me convencí de que su corazón ardía en el más noble deseo de difundir la fe. Iba a buscar a los católicos a sus casas para confirmarlos en la fe. Disfrazado, logró entrar hasta en las prisiones”.

El celo con que vivió su misión levantó sospechas entre los enemigos de la fe. El 3 de octubre se dirigió a Glasgow donde debía recibir a cinco individuos que volvían a la Iglesia. Uno de los cinco, Adam Boyd, lo delató. Una vez apresado, soportó heroicamente más de tres meses de torturas e interrogatorios. Finalmente, ante la negativa de Ogilvie de rechazar su fe, fue condenado. Con paz de espíritu, sosteniendo en sus manos el rosario subió al cadalso y oró brevemente antes de que el verdugo le atase las manos y le hiciese subir los últimos peldaños.