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Perseguido

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Nicolás Owen (1550-1606) nació en Oxford, en una familia donde el coraje y el valor se aprendían desde niño. Su padre le transmitió la fe católica en medio de la persecución, su hermano mayor arriesgaba la vida en su imprenta publicando folletos católicos en medio de la persecución protestante y, otros dos hermanos, se ordenaron sacerdotes clandestinamente. Nicolás aprendió bien el oficio de carpintero y albañil, siguiendo los pasos de su padre, para proteger a los católicos perseguidos. Construía escondrijos para que estos se ocultaran.

El jesuita mártir Henry Garnet lo agradecía así: «Quiera Dios que un día pueda ingresar en nuestra Compañía. Él tiene una extraordinaria habilidad y maestría, digna de toda confianza, para construir gratuitamente en todo el país escondites que permiten a los sacerdotes católicos estar seguros del furor protestante».

Su primera misión como jesuita fue acompañar a otro futuro mártir, Edmund Campion, a caballo por toda Inglaterra. El mismo Edmund le pronosticaba: «No escaparé de las manos de los enemigos. Ellos tienen muchos ojos, muchas bocas, muchos espías y también argucias». Semanas después tuvo que presenciar cómo su profecía se cumplía, y su amigo y compañero Edmund era martirizado.

Nicolás vivió y murió como sus compañeros: perseguido hasta el martirio. Sirvió con fidelidad a la Iglesia, sabiendo que el único poder es la vida que Dios da. Su superior decía de él: «En verdad creo que de nadie puede decirse que haya hecho más bien a todos los que han trabajado en Inglaterra. Hizo todo lo posible por salvar las vidas de muchos cientos de personas».