Testimonio

¿Una doble vocación?

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Médico y jesuita… parecen dos vocaciones muy fuertes, ¿no? ¿Son compatibles? ¿Se pueden vivir las dos en plenitud?

Yo interrumpí mis estudios de medicina para entrar en el noviciado… Pero pasaron los años y seguí sintiendo viva la vocación de médico en mí. Con esa inquietud, escribí al Provincial varias veces hasta que me destinó a terminar medicina en la Universidad Autónoma de Madrid. Ya en el último año de carrera recibí la noticia de que mi próxima misión sería en un hospital en Chad, en el corazón de África. Desde entonces he seguido yendo cada verano, manteniendo un vínculo profundo que enriquece a las dos partes. Por un lado, ayudo con diversos proyectos a que el hospital crezca y se desarrolle. Por otro lado, trabajar como médico en Chad, me conecta con la fuente más profunda de la que bebe mi vocación. 

Esta experiencia en África ha marcado claramente mi formación como jesuita, tanto en teología como en bioética. Para mí, los estudios en la Compañía no sirven sólo para ejercer una profesión más o menos útil. Se trata sobre todo de una manera de situarse en el mundo. Yo soy médico, 24 horas al día, ejerza o no. Es un modo de estar en el mundo. Y así ocurre con el resto de mis compañeros.

Suelo poner el ejemplo de las comidas en nuestras comunidades: no sería lo mismo una mesa en la que hubiera «sólo sacerdotes»… que sentarse con un profesor, un ingeniero, un filósofo, un médico… Nuestro análisis del mundo y de la realidad se vuelve mucho más rico. Y esa riqueza me parece algo muy propio de nuestro Dios, que sigue actuando en este mundo de maneras sorprendentes (EE 236).

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