Vocación es intuir que la vida puede ser más, mucho más,
en momentos, sitios y experiencias que te tocan sin vuelta de hoja.
Más libre, más real, más entregada, más…
Más.
Vocación es vibrar con el testimonio de personas
que sin darte cuenta agrandaban tu horizonte.
Vocación es la facilidad
con la que a veces te metías en sus zapatos.
Vocación es esa conversación que no olvidas,
vocación es el corazón ardiendo en ella.
Vocación es preguntarse si tendrás vocación,
y asomarte con disimulo a la ventana de esa vida.
Como quitándole importancia.
Vocación es temblar un día
ante la posibilidad real de jugártelo todo.
Vocación es sentir que tal melón te viene muy grande.
Vocación es cuando brillan los ojos,
y también si luego esa luz se apaga.
Vocación son los enredos razonables,
son esas cuentas que de tu lado nunca cuadran.
Vocación es también la sensación de que, con todo, la puerta sigue abierta.
Es aquello que te anima a no pactar. A no conformarte.
Vocación es esa sed de verdad y de esperanza.
Vocación es buscar, andar y a veces perderse.
Es tenerlo todo y que algo falte.
Y es entonces descubrir
lo que siempre estuvo allí:
ese absoluto irrenunciable.
Ese Dios que jamás se olvidaría de ti.
Vocación es esa locura real.
Es lo imposible hecho historia.
Vocación es Su llamada infinita.
Vocación es nuestra respuesta pequeña.