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De soldado a santo

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Dominic Collins nació, hacia 1566, en la ciudad de Youghal, en Irlanda. Tendría unos veinte años cuando partió para Francia. Allí decidió seguir la carrera militar, en la que tanto se distinguió que rápidamente fue promovido al rango de capitán.

Durante la cuaresma de 1598 se encontró con un paisano irlandés, un sacerdote jesuita de nombre Thomas White, al que confió su deseo de hacer algo más con su vida. Decidió que lo que más deseaba era entrar en la Compaña de Jesús como hermano. Al principio los superiores se resistían a aceptarlo, porque les parecía que un soldado endurecido en la guerra no sería capaz de adaptarse a la vida religiosa. Pero Collins bombardeó al provincial con sus peticiones hasta que finalmente éste lo admitió al noviciado de Santiago de Compostela, donde hizo sus votos como Hermano.

Unos informes enviados a Roma por sus superiores lo acreditan como hombre de buen juicio y de gran fuerza física, maduro, prudente y sociable, aunque con temperamento sanguíneo y obstinado.

El 31 de octubre de 1602 lo llevaron a Youghal para ser ejecutado. Antes de subir al patíbulo donde habían de colgarlo, se dirigió al pueblo, diciendo que moría contento por su fe. Se mostró tan alegre que uno de los oficiales observó, “va a la muerte tan contento como yo iría a un banquete”. Al oírle Collins replicó, “por esta causa querría yo morir no una, sino mil muertes”.