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Un jesuita contra Hitler

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Rupert Mayer (1876-1945) nació en Stuttgart, Alemania. A pesar de querer jesuita desde sus estudios de secundaria, entró en el seminario y fue ordenado sacerdote diocesano. Un año después, entró en el noviciado de la Compañía de Jesús.

En 1912 fue destinado a Múnich, dedicándose en cuerpo y alma a esta ciudad. Con la entrada de Alemania en la Primera Guerra Mundial se presentó como capellán militar voluntario siguiendo a los soldados a Francia, Polonia y Rumanía. Su valor se hizo legendario hasta obtener la Cruz de Hierro en 1915. Poco después, cayó herido en el frente y tuvieron que amputarle la pierna izquierda. Pero nada podía con aquel valiente jesuita. Su secreto fue siempre su oración:

“Señor, lo que tú quieras, eso lo acepto, y lo que tú quieras, es para mí ganancia, basta con que yo sea tuyo”.

Con Hitler en el poder, Mayer empezó a usar el púlpito para pronunciarse en contra de sus atrocidades. El 16 de mayo de 1937 la Gestapo le dio orden de poner fin a su predicación. Sin asustarse, continuó predicando hasta que le arrestaron el 5 de junio de ese mismo año; fue la primera de las tres veces que lo encarcelarían.

A los 63 años fue enviado al campo de concentración de Oranienburg-Sachsenhausen. Tras siete meses allí, su salud se deterioró tanto que creyeron que iba a morir. Como no querían hacer de él un mártir, le confinaron en la abadía de Ettal hasta el fin de la guerra. Mayer pudo volver a Múnich aunque muy débil. El 1 de noviembre de 1945, sufrió un infarto mientras celebraba la eucaristía. Falleció poco después.

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