Testimonio

Maestro de novicios

por

Breve entrevista

¿En el espacio de un tuit cómo se definiría?

Desde fuera puedo ser percibido como alguien con cierta estabilidad y entereza, pero solo Dios conoce todo el desastre y fragilidad que tiene que acoger y sostener continuamente. Nunca deja de sorprenderme la apuesta de Dios por enviarnos en su nombre, pese a toda nuestra torpeza.

¿Quién es Jesucristo para Francisco Cuartero?

Las palabras que primero me surgen son mi Señor y Salvador. Es su cruz lo que siempre es para mí un lugar privilegiado de encuentro, estremece saber que para salvarnos ha elegido para sí el último puesto, de tal manera, que nadie se lo podrá arrebatar. Contemplarlo en ella lleva a la confianza que desde ahí no hay nada en este mundo que Él no pueda elevar hacia lo alto.

Su fe cristiana, ¿qué sentido le da?

Me reconduce continuamente la mirada. Ya que son muchas veces las que mi sensibilidad, mis hábitos o las inercias de la sociedad me hacen mirar, creer o actuar de manera superficial y egocéntrica. La fe rompe con esas maneras anestesiadas y fáciles de adoptar. De manera más lenta y más sutil me ayuda a mirar con mayor profundidad y con mayor esperanza hasta las situaciones más complicadas.

¿Cómo rezas?

De diferentes maneras. Con la Liturgia de las horas, un tipo de oración que rompe mis ritmos y esquemas y me ayuda a eso para lo que estamos tan poco preparados, olvidarse de uno mismo y alabar a Dios. Con un tipo de oración que primero y sustancialmente es mirada silenciosa delante del sagrario o de un icono de Cristo y luego meditación con el Evangelio del día. Y también con breves y fugaces oraciones por situaciones y personas en un paseo, conduciendo…

¿Qué es la Compañía de Jesús para ti?

Un cuerpo eclesial de hombres torpes con un enorme tesoro para la unión con Cristo a través de la vida apostólica. Nos cuesta mucho vivirlo, pero creo que, especialmente en esos tiempos, la insistencia de Ignacio en la identificación con Cristo a través de humillaciones y menosprecios conlleva una fecundidad que no sospechamos, ni podemos controlar desde nuestros esquemas. Arrupe ya nos decía que estábamos ante un mundo nuevo que está naciendo y que exige del jesuita el máximum de autenticidad y de profundidad en su verdadera identidad ignaciana.

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