La misión principal del novicio es construir desde su interior un hombre de Dios, un «loco por Cristo» dispuesto ir a llevar una palabra de Fe o un gesto de caridad a las personas que lo necesiten.
Durante estos dos años, tratamos de poner en nuestro corazón los cimientos de una sabiduría o, mejor dicho, de una lógica diferente a la del mundo. Hablo de conocer más el corazón de Jesús: cómo siente, cómo se conmueve, por quién siente compasión…
Intentamos conocernos más a nosotros mismos, reconocer nuestras debilidades y talentos para ponerlos 100% al servicio de Dios en nuestro mundo. Tratamos también de conocer más a la Compañía, conocer su modo de proceder, el modo particular de leer la vida y el Evangelio. Un modo que durante siglos ha ayudado a traer esperanza a tantos hombres y mujeres.
De igual manera que los edificios necesitan una estructura fuerte para poder ser habitados, en el noviciado echamos los cimientos básicos que nos ayudan en un futuro a llevar una vida apostólica generosa y fecunda. Nuestro deseo es vivir mirando a quien nos amó hasta el extremo, para seguirle adonde nos lleve.