
Mi vivencia de fe esta unida a mi familia y a muchos momentos que pasaba con ellos en dos pequeños pueblos de Salamanca. La foto representa mi bautismo con mis padres y mis abuelos, que fueron mis padrinos. Recuerdo mucho las misas de Don Manuel, sus homilías, rezar el rosario con mis abuelos… Subir a la ermita de Otero en mayo. O ir hacer una vista a Santa Teresa en Alba de Tormes con mi abuela. Creo que parte de lo que soy lo debo a estos primeros años.

Mi fe fue madurando en el colegio de jesuitas de Salamanca y en su vecina parroquia del Milagro. Campamentos en Asturias, convivencias, pascuas donde descubro por primera vez la vocación. Pero es en un campo de trabajo en Barcelona donde se confirma claramente la vocación. Con 19 años pido entrar a jesuita.

Tras responder a la llamada de Dios, es en el noviciado donde se concreta seguirle como hermano jesuita, especialmente al lado de sus preferidos. Así en estos últimos 20 años, después de una formación larga, me he ido encontrando con muchos rostros del Señor especialmente con menores en riesgo en Perú y diez años trabajando como educador en el Hogar de San José. Desde el año pasado tengo una misión distinta: ayudar a los jóvenes que quieren formar parte de la Compañía de Jesús, especialmente, a los que se sienten llamados a la vocación de hermano jesuita.