Testimonio

¿Qué no es vocación?

por

«¿Tendré yo vocación de jesuita?»

«¿Esto que me está pasando… será vocación?».

Puede que lleves un tiempo con alguna de estas preguntas rondándote por la cabeza. Y está claro que tener vocación a la Compañía de Jesús no es como tener la gripe, ni un catarro, ni fiebre de tres días, ni una infección. Pero si en esta última época andas lidiando con esta cuestión, seguro que te has dado cuenta de que es bastante fácil armarse un poco de lío en la cabeza y agobiarse sin necesidad. Así que, tranquilo. Agobios, los justos para ponerse en marcha; pero no más.

Tranquilo, porque tener vocación de jesuita no es tenerlo todo claro, ni acumular certezas, ni rebosar seguridades. Es, más bien, caminar con la confianza de que, si Dios te llama, es que seguro que en tu vida hay algo valioso que puedes aportar. Y que entonces contarás con las fuerzas necesarias para llevar adelante el plan de Dios.

Tranquilo, porque tener vocación a la Compañía de Jesús no es que todo lo de los jesuitas te parezca bien, sin condiciones; ni que tengas que imitarnos en todo lo que hacemos (porque claro que intentamos acertar, pero también fallamos a menudo y necesitamos pedir perdón). Tener vocación es querer seguir a Jesucristo con otros compañeros que, como tú, llevan con humildad ese mismo deseo del Señor en su interior.

Tranquilo, porque tener vocación de jesuita no es ser mejor, ni más valiente, ni más santo que nadie. Es sentirse con pies de barro y muchas veces pecador, sí, como tantos otros; pero al mismo tiempo, enormemente agradecido por la confianza de un Dios que cuenta contigo y te llama no a pesar de lo que eres, sino con todo lo que eres. Más bien, parece que… ¡Dios es el valiente!

Si ahora estás planteándote «esto que me pasa creo que es vocación» y, sin embargo, no siempre lo vives con paz, con sosiego o en consolación, tranquilo también. Y bienvenido al club de la gente normal. Porque la vocación, como la vida, no es un sendero con atajos, sino un camino con altibajos en el que, a veces, tocará batallar. Confiado y en compañía, sin duda; pero batallar.

Y tranquilo, que tampoco es el sacrificio terrible del héroe de la familia, de la parroquia o de la ciudad. Ni una carrera sin fin para hacer cosas brillantes, cosas atractivas o simplemente muchas cosas. La vocación del jesuita es la respuesta alegre, amable, sencilla y discreta a un regalo de Dios que nunca se acaba de merecer.

Así que, si crees que los síntomas que tienes pueden ser de vocación a la Compañía de Jesús, tranquilo. Hay otros muchos a los que les pasa igual. Y quizás sea cosa de Dios.

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