
Mi fe es heredada de mi familia. Nací en una familia cristiana, la familia de mi madre practicante, que me enseñó a bendecir antes de comer y el “Jesusito de mi vida” antes de dormir. También con una fuerte devoción a la Virgen de Lourdes (mi tía y mi hermana se llaman así). Desde bien pequeño, he ido con mi familia de peregrinación a ver a la Virgen y orar con los enfermos que con tanta confianza piden a María que les acompañe. También en el colegio, recuerdo como con la oración de la mañana y las canciones iba conociendo a Jesús a ser mi amigo.

A los 15 años, tras una invitación providencial a Foc (el grupo de fe de los colegios Pureza de María) por alguna de sus monitoras, decido comenzar a acompañar a los niños más pequeños como ayudante. Al curso siguiente, la religiosa me hace responsable del grupo y con ello, mi fe comienza a madurar y ser más cercana con Dios a través del comienzo en la oración y el servicio de evangelización a los niños. Ese mismo verano estuve en la JMJ Madrid 2011, en la que pude disfrutar de una gran experiencia de Iglesia universal y conocer mucha gente. A la vez, poder entender que la fe debe ser compartida y debemos aprender unos de otros a relacionarnos con Dios.

A finales del 2019 comienzo un acompañamiento espiritual para ver dónde me quiere Dios en mi carrera profesional. A los 3 meses, el discernimiento me lleva a volver a una intuición del pasado: la vida religiosa y el servicio a la Iglesia como sacerdote. En marzo de 2020, comienza la pandemia, y tengo que decidir con quién vivir esta Semana Santa en casa. Y así es como se llamó al proyecto que la Compañía de Jesús propuso para celebrar de una manera excepcional y especial este tiempo. Yo ya tenía clara la idea de entrar y probar en una congregación masculina dedicada a la educación. En la celebración del Jueves Santo, en el momento del lavatorio de los pies, con la canción de Amando hasta el extremo, cuando comienza Jesús a “cantar”, aparecen imágenes de los servicios públicos que estaban entregando su vida en ese momento. La emoción fue tan grande, que comprendí que Dios me estaba consolando y enseñando el lugar donde leer la vida del Evangelio con la realidad de hoy.