Noviciado

Sentir con la Iglesia: la elección de León XIV

El pasado 21 de abril era una fecha que ya estaba en el calendario del noviciado. Tras nuestras experiencias de comunidades y de hospitales, estaba previsto reencontrarnos después de 40 días repartidos por todas partes del país. No sabíamos que aquel lunes de Pascua iba a ser también un día que recordar para toda la Iglesia y el mundo.

Cada uno de nosotros podría contar cómo, cuándo y dónde se enteró de la noticia del fallecimiento del papa y que el sentimiento era común: conmoción, pero, sobre todo, gratitud por su vida. Aquel día de reencuentro ya estaría marcado por la noticia. En nuestros trenes o autobuses, cada uno de nosotros se sentía como miembro de una familia que iba a encontrarse para vivir una despedida importante.

Al poco de nuestra llegada, ya contábamos con una carta del P. General dirigida a todo el cuerpo de la Compañía en la que se lamentaba por la pérdida del Pontífice, pero también por la de un compañero jesuita. Era la primera carta del General que leíamos “en directo” (justo en el momento para el que era escrita), haciéndolo una experiencia de vivirse como cuerpo universal que todavía no habíamos vivido. En sus líneas, el P. General nos recordaba lo que era un jesuita para el papa Francisco: “el jesuita es un servidor de la alegría del Evangelio en cualquier misión en la que se desempeñe”. ¡La alegría del Evangelio! La alegría propia de una Iglesia que nos quiso dejar Francisco. Una Iglesia que abraza, que aúna y en la que cabemos “todos, todos, todos”. Palabras del propio papa ya muy repetidas, pero que marcaron a muchos de nosotros que tuvimos la gracia de oírlas en directo en aquel abarrotado Campo da Graça en 2023.

Siguieron días de oración por el descanso eterno del papa y de acción de gracias por su vida y ministerio. Jornadas en los que nos unimos como comunidad, como Compañía y como Iglesia ante la pérdida de su pastor.  El ritmo del día del noviciado llevaba impreso el recuerdo y la súplica por el pontífice recién partido: laudes, oración personal, Eucaristía… Sin olvidarnos tampoco de agradecer las experiencias de Hospitales y Comunidades, que fueron momentos de acercarnos en misión a los márgenes, tal y como nos insistía Francisco.

La elección de un sucesor la pudimos seguir en el noviciado gracias a los medios de comunicación. Pese a las dudas o miedos propios de un momento decisivo, quisimos vivirlo desde la confianza en el Espíritu. Al fin y al cabo, ¡el noviciado también es escuela de confianza! Las noticias llegaban y corrían. Expectativas, esperanza e incluso ilusión se apoderaban de nosotros para nuestra propia sorpresa. Justo en aquellos días profundizábamos también en la parte VII de las Constituciones de la Compañía, teniendo la oportunidad de descubrir qué significa para nosotros la figura del pontífice justo en un momento tan especial como en su proceso de elección.

El 8 de mayo un grito irrumpió por los pasillos del noviciado a media tarde. Nos dirigimos corriendo a la televisión para ver quien se asomaría al balcón de la plaza de San Pedro, y más que una persona, irrumpió el mensaje pascual: ¡Paz! Las palabras del Resucitado hicieron presencia a través del nuevo papa León XIV. Con las palabras de Jesús antes que las suyas propias, el nuevo papa nos enseñaba que lo que debe de permanecer en nuestros corazones es la alegría pascual. Algo que va mucho más allá de Francisco o de León, de sus parecidos o diferencias o de sus continuidades o rupturas. Es esa buena noticia que hizo salir a Francisco en la víspera de su muerte a bendecirnos, y esa misma alegría que nos quiso recordar León XIV nada más ser elegido.

En definitiva, fueron días de sentir con la Iglesia, en los que quisimos hacer nuestras las palabras del P. General en su carta: “renovamos nuestro deseo y nuestro compromiso de seguir a Jesús pobre y humilde y de servir a su Iglesia”. ¿Palabras que se quedan muy grandes para nosotros? Desde luego, pero pese a nuestra pequeñez, queremos caminar en confianza para servir a esa Alegría del Evangelio en la Iglesia del Jesús pobre y humilde.

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