Testimonio

Sacerdocio en la Compañía

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En la Iglesia todo sacramento conlleva una preparación específica previa. Antes de hacer la primera comunión los niños y niñas tienen que hacer un par de años de catequesis, antes de la confirmación los jóvenes asisten a grupos de catecumenado y las parejas se preparan durante unos meses antes de celebrar su matrimonio. Por eso cuando un jesuita es ordenado sacerdote es inevitable que la gente se pregunte “¿cómo es que sigues estudiando si ya eres cura?”.

Y es que la formación en la Compañía de Jesús es un tiempo largo en el que se busca preparar a la persona para que pueda colaborar en la misión de Cristo de la mejor manera posible dentro de las complejidades del contexto actual. La misión está en el centro de la formación de todo jesuita. Porque no hay que olvidar que en primer lugar los jesuitas somos religiosos, esto es hombres que consagran la totalidad de su vida a Dios y a su Reino siguiendo a Cristo en pobreza, castidad y obediencia a través del carisma de la Compañía de Jesús. Ahora bien, dentro de la Compañía hay algunos que se sienten llamados a servir como presbíteros, por eso a lo largo de los años de formación se incluye también un periodo de preparación específico para los que van a ser ordenados. Pero nuestra formación no concluye ahí.

Porque ser sacerdote en la Compañía no es una meta sino una forma de ejercer todos nuestros apostolados. El jesuita sabe quién es mirando a Cristo.

Es en Jesús, pobre y humilde, en quien reconocemos el modo de ser sacerdotes. Contemplando al Señor descubrimos alMaestro que nos ha lavado los pies y nos invita a que también lo hagamos nosotros como Él lo ha hecho. De Cristo, el Sumo Sacerdote que se ofrece a sí mismo por entero al Padre para la reconciliación del mundo, aprendemos que toda nuestra vida está llamada a ser sacerdotal, que el jesuita debe entregarse a sí mismo por el Reino de Dios en cualquier ministerio que pueda desempeñar.

Por eso, a imagen de Cristo, el jesuita ejerce su sacerdocio cuando anuncia la alegría del Evangelio a los hombres y mujeres sedientos de esperanza, cuando acompaña a los jóvenes en la creación de un mundo esperanzador o cuando muestra el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales y el discernimiento. El jesuita también ejerce su sacerdocio cuando trabaja por la reconciliación y la justicia, cuando camina junto a los pobres y a los abandonados, cuando sirve a todos aquellos a los que les ha sido arrebatada su dignidad. El jesuita ejerce su sacerdocio cuando celebra en los sacramentos la irrupción del Reino de Dios en la historia, cuando participa de la unidad del Pueblo de Dios, cuando cuida de la casa común y hace posible una nueva relación con la creación.

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